Trabajando en una línea erótica porno
Reconozco que me encanta mi trabajo en la “línea erótica porno”. Cuando una amiga me propuso trabajar en ello tenía mis dudas: eso de estar diciendo guarradas todo el día no era algo que fuera conmigo.
Al fin y al cabo, el solo hecho de decir la palabra “polla” hacía que sintiese una vergüenza extrema que no os podéis ni imaginar. Sin embargo, también es verdad que sentía una atracción que no puedo explicar con palabras.
El caso es que fui a la entrevista y me hicieron una prueba: el entrevistador me llamó al número de teléfono y me dijo que le contara cualquier cosa para poder excitarle.
Estoy segura de que lo hice fatal: las palabras se me trataban, tartamudeaba cada dos por tres, no era capaz de concentrarme en la situación y los nervios me estaban jugando una mala pasada.
Sin embargo, no sé si fue debido a mi inocencia o a mi forma de ser. El caso es que antes de darme cuenta, el jefe se había interesado por mí y ya estaba contratada. Formaba parte del elenco e iba a ganar más de 2000€ al mes (siempre y cuando lo hiciera bien).
Los primeros días fueron los más duros: cada cliente que llamaba parecía más trastornado que el anterior. E incluso habían algunos que llamaban pero ni hablaban, tan solo escuchaba jadeos a través del aparato. Yo intentaba establecer algún tipo de conexión pero parece que solo tenían ganas de correrse.
Llegué a pensar que ese trabajo realmente no era para mí: que me había equivocado de empleo. Sin embargo, cuando empecé la segunda semana todo cambió.
Estaba trabajando en la línea erótica porno y, aunque no sabía decir exactamente porque, adoraba mi trabajo y reconozco que lo sigo adorando.